La grandeza de la democracia, el menos malo de los sistemas políticos para algunos, es que cada voto tiene el mismo valor. Y además, refleja la voluntad libre y sin coacción de los ciudadanos en relación a las personas en quienes delegan el Gobierno de un territorio durante cuatro años.
En los 32 años de democracia, parecía ya consolidado el principio de acatamiento y respeto a la voluntad del pueblo, libremente expresada en las urnas. Sin embargo, tras los comicios del pasado domingo un minoritario grupo de vecinos se están empeñando en deslegitimar los resultados electorales descalificando a la gran mayoría que ha respaldo un proyecto político coherente y respetuoso e insistiendo en que la coacción ha condicionado los resultados.
Pensaba que las primeras manifestaciones, realizadas por el educador Reyes González, respondían a la situación física y anímica del momento, pero valoraciones posteriores, ya en frío, han corroborado la impresión de que se trata de un grupo antisistema, que no acata la normas democráticas y que siguen empeñados en sembrar el odio y la intolerancia. Claro que los ciudadanos de Villafranca no están dispuesto a permitirlo.
El pueblo de Villafranca no está secuestrado, sí lo están algunos vecinos que se ven obligados a asistir a actos y movilizaciones por la presión a la que se ven sometidos y que cuando el domingo tuvieron la oportunidad de expresarse libremente y desde el anonimato rechazaron dijeron “basta ya”. Ese es el verdadero secuestro, al que han sometido a agricultores, familiares y compañeros de trabajo.
Villafranca es un pueblo libre, y sobre todo inteligente…y lo volvió a demostrar el domingo. Por cierto, ¿aquí nadie va a asumir su fracaso y se va a marchar a su casa?